💌Hola, queridísime lectorx,
Espero que el breve mes de febrero haya sido tranquilo, sin muchos sobresaltos y cálido cuando haya hecho falta. Si no han sido unas semanas sosegadas para ti, espero de todo corazón que hayas encontrado una mano donde apoyarte en los días más difíciles. En mi caso, me despido del mes de las personas acuario con la sensación de haber vivido tres meses en uno. ¡Qué cantidad de cosas puede vivir una misma persona! Necesito un respiro. Eso sí, me he rodeado de amigas que han apaciguado los días más complicados, que escuchan mi torbellino de palabras cuando necesito contar lo que me pasa para así, sentir que, mientras explico mis problemas, estos se marchan poco a poco, como el aire que respiro.


A finales de enero, el mes interminable, asistí al Club de Lectura y Merienda de Marrón (2022, Blackie Books), el primer libro de Rocío Quillahuaman, una persona increíble y talentosa, que no os la presento porque podéis buscarla y así cotilleáis su trabajo. Y ahora os preguntaréis: ¿por qué nos cuentas algo que pasó hace más de un mes? Pues porque, a veces, vivimos momentos que no dura mucho y, sin embargo, perviven y resuenan en nosotres muchísimos días, semanas y meses más.
Marrón es un libro que te hace llorar y a las dos páginas te mueres de la risa y así consecutivamente. Esto es porque son las memorias de Rocío, que escribe sobre su vida en Perú y cómo migró más tarde a Barcelona con su madre y sus hermanas. Una infancia entre Lima y Barcelona y la sensación de no pertenecer a ninguno de los dos lugares. De hecho, así empieza el libro, con esa sensación de desarraigo: “Nací en Lima pero no me considero limeña. Vivo en Barcelona, pero no me siento barcelonina”.


El club, en la Llama, fue como escuchar una conversación entre amigas. Nicoll y Eli, las organizadoras, ambas nacieron en Perú, como Rocío. Compartieron sus experiencias sobre la migración, la violencia y el racismo que se sufre en España, así como los viajes de vuelta a visitar a sus familiares, no sin una sensación de extrañeza, de no saber a dónde perteneces exactamente. Gabriela Wiener considera que el libro de Rocío “abraza lo marrón, grita con esa voz inconfundible de Quillahuaman su color, su identidad, su origen” (leélo aquí).
De hecho, en el club, la autora repitió varias veces que: 1. Nunca se había planteado escribir un libro. 2. Lo escribió porque era un encargo de Blackie Books. 3. El proceso de escritura fue doloroso, le hizo recordar momentos traumáticos de su pasado. 4. Si siguió con el proyecto, fue por una cosa: que su libro sirviera de referencia, de apoyo, para que otras niñas, en su misma situación, se pudieran sentir representadas, acompañadas y menos solas en su dolor. Spoiler: ha pasado y reiteradas veces, así lo cuenta Quillahuaman, llena de emoción.
A Rocío, cuando aterrizó en España con 10 años, la recibieron destripando su Winnie The Pooh de peluche en busca de droga. Tal cual. De hecho, aquella tarde en el club compartieron todo tipo de experiencias migrantes. Y, sobre todo, nos pidieron, a las personas blancas, europeas, en fin, privilegiadas en muchos sentidos como yo —que no he vivido una experiencia de migración, más allá de la de mis abuelos extremeños y andaluces— que tengamos empatía, sobre todo, con las infancias migrantes. Podéis pensar que es algo obvio, inevitable, pero, desgraciadamente, empatizar con les demás no es algo tan habitual. Y, por supuesto, hay que entender que las experiencias de migración son radicalmente distintas en cada persona, pues los ejes de opresión que nos atraviesan son bien distintos.
Mi tío dijo: si no tiemblas cuando cruzas una frontera
no es la frontera lo que has cruzado
Athena Farrokhzad
Para un trabajo de clase, vi el documental Si nos dejan (2004), donde Ana Torres filma a diferentes personas que narran sus experiencias de migración en la Barcelona de hace casi 10 años, pero que, desgraciadamente, podría ser la de hoy en día. La misma directora migró desde Argentina a España y así empieza el filme: “Yo soy Ana y llegué en avión vía Madrid”. A través de los diferentes relatos que Torres entreteje a partir de la técnica del montaje, se nos muestran todas las dificultades que una persona migrante se encuentra en su camino: el racismo, las trabas institucionales y administrativas que dificultan la regularización de su situación, el trabajo sin contrato, el hambre, la soledad, las violencias, y un largo etcétera.
Propuestas de este tipo, como Marrón o Si nos dejan, nos permiten ejercer, de nuevo, lo que nos pedía Quillahuaman: la empatía. Torres constataba:
Noté que cualquier información en los medios de comunicación más corrientes acerca de la situación de la inmigración en España era dada por estadísticas, y estaba bastante lejos de describir con rasgos precisos la realidad que podía observar cada día, muy cerca de mí y de mis amigos.
Nana, uno de los protagonistas del documental, procedente de Ghana, menciona: “Nuestro sueño era llegar a Europa, y ahora estamos en Europa. El sueño, ¿dónde está? ¿Es esto con lo que alguien debería soñar?”




Frente al racismo, clasismo y, en general, la xenofobia imperante, Marycarmen, otra de las protagonistas, defiende: “La gente migra porque tiene hambre, porque no pueden ganar más dinero, porque se les están quitando todos los recursos”.
¿Cómo puede cambiar un siglo o un corazón
si nadie pregunta, A dónde han ido
todos los nativos?
Natalie Diaz
¿Por qué nos cuesta tanto empatizar, por qué las personas migrantes necesitan decir algo tan claro, como el hambre —que nadie quiere pasar— para que empaticemos con su situación? Me hace pensar en lo que mi compa Suiry Sobrino rescata de José Carlos Agüero: “las políticas del desprecio”, un desprecio que solamente se aplica en ciertos cuerpos que, casualmente, no son blancos, ni ricos, ni hombres. Y es que no podía cerrar esta carta electrónica sin mencionar Lo Importante que, como dice Brigitte Vasallo, muy a menudo es también Lo Interesante y Lo Urgente. Y en este caso, es así.
Mis queridas compas Gabriela Quevedo y Suiry Sobrino nos contaron sobre la situación actual en Perú, la extrema violencia policial hacia la población, sobre el corporativismo de los medios y como éstos están construyendo una “verdad”, que la gran mayoría de la población no cree, pero, de mientras, legitiman la violencia de unos pocos hacia gran parte de las personas que se está manifestando pacíficamente. Gabi, más allá de definir lo que está sucediendo como “crisis” —que apuntaría a un momento excepcional, lo que no es cierto— prefiere considerarlo una oportunidad para transformar, para el cambio, pues, constata: lo que les manifestantes están pidiendo es su derecho a participar en la vida política.
Defiende Sobrino: “la destitución de Castillo, el nombramiento de Dina Boluarte y las protestas que ante esos eventos se encendieron por todo el país no son una crisis puntual, y la narrativa que así lo construye ignora la realidad de un proceso histórico en el Perú enlazado a violencias sistémicas en contra de las comunidades indígenas y campesinas del país andino.” (Podéis leer la entrevista que le hizo mi querida compa Graciela Rock aquí).
Si quieres saber más sobre la situación en Perú, os traslado los esenciales de Gabi y Suiry: Desprecio de José Carlos Agüero | La rabia permitida y la no permitida de Mariel García Llorens | Entrevista a Suiry Sobrino por Graciela Rock | Documental La revolución y la tierra de Gonzalo Benavente | También puedes participar en la rifa solidaria que recauda fondos para las personas heridas.
Adrienne Rich dijo una vez que, cuando leemos un poema, debemos de preguntarnos, qué voz está rompiendo ese silencio, y qué tipo de silencio rompe. Me parece un gesto esencial que debemos trasladar a nuestra vida cotidiana. Si una cosa está en nuestra mano es la escucha del silencio, detectar las voces que se atreven a romperlo o aquellas que hacen enmudecer a otras voces posibles. Y, también, la lectura, la escucha en comunidad, el preguntar e interesarnos por otras realidades que, aunque nos parezcan ajenas, no lo son tanto, pues llegan hasta nosotres. Gracias compas, por tanto. Gracias Nicoll, Eli, Rocío, Suiry y Gabi.
Y miles de gracias, a vosotres, por leer y por estar aquí, virtualmente, conmigo: Alba, Lorena, Alice, Alba, Laura, Natalia, Álex, Carla, Sara, Sergio, Patricia, Anabel, Andrea, Aiana, Fernando, Héctor, Clar, Marc, Fernando, Paula, Isabel, Nuri, Nicoll, Anna, Milena, Maria, Anna, Lala, Tanit, Cris, Sandra, Irene, Ari, Vinyet, Laura, Ana, Carmen, Graciela, Marta, Júlia, Martina, Oumayma, Sofía, Eva, Jan, Aitana, Yoli, Àngels, Valentina, Ferran, Mónica, Camil·la, Montse, Nis, Brenda, Paula, Miriam, Júlia, Alba, Narjis, Juls, Ruuby, Fresi, Felipe, Alba, Sandra, Nagore, Andrea, Helena, Joaquina, Jowy, Mireia, Laura, Marina, Enric, Alba, Lau, Aiana, Cris, Maria, Eli, Ignasi, Paula, Bernat, Flor, Isa, Olaya, Antonio y Micaela.
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