🫧 Hola, queridísime lectorx 🫧
espero que la llegada del fresquito — y no digo frío, muy a conciencia— te haya traído paz y tranquilidad, así como ganas de quedarte en casita, descansando, cuando a las seis de la tarde ya te has despedido del Sol y su calorcito. Para mí, noviembre, ha sido el mes de la calma, del recogimiento, del pensar y hacer, pero puertas para dentro. Mi cuerpo lo ha agradecido.
Empecé noviembre de la mejor manera posible, en un círculo de mujeres celebrando samhaín. Impartí mi primer club de lectura de poesía torcida en La Terrissa y fue mu bonico (gracias por venir), pasé un día en Vic acompañando a mi hermana, fui al Grapa y Tinta con Mijina Ediciones gracias a las compas de Zinearrr y disfruté de una ruta con el Club de Lectura y Merienda _unclub_demisamigas_lasmejores.



👐🏼Las manos de Hana y Amani
Como ya sabéis, Israel está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino, es doloroso, horroroso y no hay palabras -que escriban mis manos- a la altura de lo que está pasando. Haz lo que puedas, movilízate, manifiéstate o, si no puedes, haz boicot. Yo te presento a Hana y a Amani, fotografiadas por Alessandra Sanguinetti el año 2020, en Gaza.


Si ahora Sanguinetti volviera a Gaza, no sé si se las encontraría. ¿Seguirán sus casas en pie? ¿Estará Hana leyendo en la playa a media tarde? No lo sé, pero la fotógrafa se llevó consigo algo que perdurará: la huella que dejaron sus manos. Fotografió dos poemas. No tengo nada más que decir. Leedlas. Aquí tenéis el rastro de sus manos.


Aquí tenéis los poemas traducidos, si clicáis a la imagen la veis mejor.
👐🏼 La mano que trabaja
Dio tanto que se rompió
las manos
Morad y Dellafuente, Manos rotas
Hace calor dentro del metro, lo paso fatal con los cambios de tiempo bruscos y estornudo muy seguido, a veces hasta me sangra la nariz. De camino a casa, con el vagón casi vacío, consigo sentarme. Estoy escuchando el último capítulo del podcast Tara Jome “Nosotras dolemos” . Mis ojos atrapan cuatro manos delante mío, prácticamente encallecidas, con las uñas demasiado cortas, sucias y la piel agrietada. Se mueven lentamente, sus gestos son cansados. Vuelven de trabajar. Pienso en las manos de mi madre. Escribe el poeta Ocean Vuong en su única novela:
Porque soy tu hijo, lo que sé del trabajo lo sé igualmente de la pérdida. Y lo que sé de ambas cosas lo sé de tus manos. Sus contornos, que un día fueron flexibles y que nunca llegué a sentir; las palmas, ya encallecidas y llenas de ampollas mucho antes de que yo naciera, y más tarde estropeadas por tres décadas de fábricas y salones de manicura. Tus manos son horrendas y odio todo lo que ha hecho que hayan llegado a ser así. Odio que sean la ruina y el saldo de un sueño.
Su madre se dedicaba a la manicura, un trabajo que implica muchísimo desgaste físico y también emocional. Mi madre es peluquera, trabaja con las manos, tiñe, corta el pelo, lava cabezas y escucha a todas las clientas. En ambos lugares se trabaja con productos químicos y cancerígenos. No os diré lo que sigue, ya os lo podéis imaginar y coincide, tanto en la madre de Vuong, como en la mía.
Las manos de mi madre no son bonitas, tiene artritis psoriásica, por lo tanto, si padece un brote fuerte, se le inflan los dedos, como si se deformaran, produciéndole mucho dolor. Igualmente, trabaja -con las manos- porque, como ya os he contado, es peluquera y es autónoma, no os diré lo que sigue, ya os lo podéis imaginar.
En los salones de manicura o las peluquerías, las clientas acuden, en general, para “cultivar su belleza”. Me refiero, generalizando, sí, que vas a la pelu para sentirte más guapa. En cambio, durante todo el proceso la belleza brilla por su ausencia: mujeres con papel de plata en la cabeza, con un líquido viscoso llamado “tinte” y las cejas pintadas. Ocurre lo mismo con las manos de las trabajadoras. El trabajo deteriora su cuerpo, no lo embellece.
Recuerdo la sorpresa de mi médico cuando me miró las manos. ¿Tienes una enfermedad? Tenía las uñas negras. Me reí. Si lavas cabezas, las uñas se te tiñen. Aunque no es casualidad que, muchas veces, las manos que trabajan son, también, las manos enfermas. Y la enfermedad, en las manos, es más que visible, porque las necesitamos para sostener, para sostenernos. No podemos mirar hacia otro lado.
Escribe Irene Pe en su fanzine Manos sobre las manos de su abuela: “Yo quería sus manos / porque la quería a ella / y todo lo que / me ofrecieron / alimento / cobijo / refugio/ y ahora la misma enfermedad está en mi cuerpo y necesito a mis manos y no quiero que sufran / y estoy triste / y tengo miedo / y pienso en Isabel”.


👐🏼 La mano enferma
Le poeta Danez Smith escribió sobre las manos de su madre: “Desperté sabiendo que tus manos / fueron una vez el único lugar del mundo”. Cuando las manos que nos cuidan se enferman sentimos que se desestabiliza nuestro mundo, como si no conociésemos otro lugar al que pertenecer.
La mano que cuida es también la mano que habla sin necesidad de palabras, como apunta Vuong: “Puede ser esa tercera lengua que cobra vida cuando la lengua flaquea”. Se tuerce para sostener, acariciar, recoger. Es, casi siempre, la mano que trabaja y la mano que sufre.
En el capítulo Ana del podcast De eso no se habla, Isabel Cadenas pide a la protagonista, una de las impulsoras de Jornaleras de Huelva en Lucha, que le diga qué es lo que le gustaría que le preguntaran. Ana contesta, sin pensárselo dos veces, que desearía escuchar un cómo estás, cómo está tu cuerpo -puntualiza-, una pregunta sincera por cómo se encuentra, un interés por saber si está bien.
¿Cómo se encuentra la mano que nos cuida? ¿Sufre? ¿Siente dolor? ¿Por qué olvidamos nuestro cuerpo? Sentipensamos. Es indisociable. Piensa en alguien que amas. Piensa en sus manos. ¿Las has mirado alguna vez? Las recuerdas? ¿Podrías escribirlas a partir de tu recuerdo? ¿Te has fijado en sus arrugas, sus heridas, el movimiento suave de sus articulaciones? ¿Cómo están? ¿Cómo estás tú?
👐🏼 La mano que escribe
Hola, al habla la mano que escribe. Yo, Núria. Si estás leyendo esto el mismo día que te llega al buzón, te aviso: mañana es diciembre. He pensado que, ya que hablamos de las manos y que, en enero, esta newsletter cumplirá un año, la carta de diciembre estará escrita a puño y letra por mí, sí, yo, sin nada de tic tic tic. ¿Te apetece? ¿Te haría ilusión?
Te explico cómo hacerlo posible. Si estás leyendo esta carta en la entrada de tu correo electrónico, puedes contestarlo con tu nombre, apellidos y tu dirección de correo postal. Esa información solo me llegará a mí y la necesito antes del 14 de diciembre. La recopilaré y os enviaré una cartita postal, desvirtualizando, por una vez, las palabras. Espero tu respuesta, nos leemos prontito 🎁 Me despido, de nuevo, con las manos de Hana y otras manos que no están, pero siguen ahí, en la fotografía.

Gracias, de verdad, miles de gracias, por leer y estar aquí, virtualmente, conmigo: Alba, Lorena, Alice, Alba, Laura, Natalia, Álex, Carla, Sara, Sergio, Patricia, Anabel, Andrea, Nai, Fernando, Héctor, Clar, Marc, Fernando, Paula, Isabel, Nuri, Nicoll, Anna, Milena, Maria, Anna, Lala, Tanit, Cris, Sandra, Irene, Daniel, Ari, Vinyet, Laura, Ana, Carmen, Graciela, Marta, Júlia, Martina, Oumayma, Sofía, Eva, Jan, Aitana, Yoli, Àngels, Valentina, Ferran, Mónica, Camil·la, Montse, Nis, Brenda, Paula, Miriam, Júlia, Alba, Narjis, Juls, Ruuby, Fresi, Felipe, Alba, Sandra, Nagore, Andrea, Helena, Joaquina, Jowy, Mireia, Laura, Marina, Enric, Alba, Lau, Cris, Maria, Eli, Ignasi, Paula, Bernat, Flor, Isa, Olaya, Antonio, Micaela, Brigitte, Liv, Mar Arnau, Anna, Maria, Miguel, Rosa María, Helena, Raisa, Daniel, Ainoa, Irene, Teresa, Suiry, Natalia, Júlia, Sara, Marina, Julia, Don Mendo, Alexandra, Stephany, Paula, Belén, Luisa, Julia, Joel, Mariana, Leandro, Alba, Joel, Nayara, Júlia, Nazaret, Sofía, Cristina, Judith, Drew, Nari, Júlia, Helena, Natis, Vicky, Eneko, Desireé, Flor, Andrea, Helena, Lydia, Laia, Laura, Isabel, Irene, Sofía, Elisenda, Yesi, Lluna, Luis, Felipe, Esther, Mónica, Anna, Sonia, Paco, Andreu, Daniel, Mila, Cristina, Javi, Vero, Sara, Marina, Lívia, Carles, Claudia, Julia, Marta, Marcel, Linda, Nerea, Yesi, Guiu, Lidia, Abril, Lorién, Beatriz, Mar, Azahara, Marta, Esther, Igone, Gabriela, Paula y Olympia.
Gracias, Hana y Amani, gracias, Sanguinetti, gracias a ti, que has llegado hasta aquí.
Si no ha aparecido tu nombre en la lista anterior y te apetece leerte por aquí, házmelo saber. Tal vez tu dirección de correo electrónico no me permite adivinar cómo te llamas. O, también, escríbeme si prefieres que te nombre de otra manera <3
Puedes leer más cositas que escribo, aquí. Si vienes al Club de Lectura de Poesía Torcida que imparto en La Terrissa el 16 de diciembre, nos vemos allí :) También puedes leer mi newsletter amiga... aquí ;) O merendar palabras… aquí.
Gracias por la confianza, y… ¡viva la literatura que hacemos nuestra mediante la lectura, la escucha, acompañades, en solitud o en comunidad! 💗
Que bonitooooo
Escribir con una mano la otra mano que la sostiene <3 Es precioso Nuria