💌Hola, queridísime lectorx,
Espero que hayas empezado el año nuevo sin grandes sopetones o altibajos y, si no ha sido así, te envío, escondido entre estas palabras, un abrazo caluroso, fuertísimo, lleno de ánimo y buenas energías. Enero, para mí, ha supuesto el inicio de las clases y, con ello, una nueva rutina, pero, también, el fin de la campaña de Navidad, esto es: la búsqueda, otra vez, de trabajo. Podría decir que el 2023 me ha saludado como una ola que arrolla la orilla y te moja los pies por sorpresa, y resulta que hace frío, que el agua está casi congelada y que tú simplemente pensabas en el brillo del mar, no en las posibilidades de que pudiera llegar a tocarte.
En general, los días se han estirado como un chicle y me han dejado las manos pegajosas: como si este mes no fuera a acabarse nunca. Aún estoy quitándome la arena de los pies y reconociendo que se puede aprender de todo aquello que asusta porque llega inesperadamente. Se supone que inaugurar un año, darle la bienvenida, implica escribir una lista de propósitos, de metas, o algo así. Sin embargo, nunca me he planteado elaborar una lista de este tipo y suelo justificarlo diciendo que me decanto por el improviso, pero si lo reflexiono un poco me encuentro con que, tal vez, me aterra decepcionar a alguien o a mí misma, incluso.
Creer que el éxito depende de la actitud personal es mucho más preferible para los estadounidenses que reconocer que su éxito es el resultado de desigualdades basadas en la raza, la clase y el género.
J.Halberstam, El arte queer del fracaso (2011)
Danez Smith, poeta afroamericane, seropositive y queer, dice en una entrevista: “Art is about failure”. No estoy segura de si hace referencia al arte en general, pero en su poesía, en concreto, en Don’t call us death (Arrebato Libros, 2022), nos muestra las posibilidades del fracaso, las alternativas, las otras vidas posibles, porque vivir en Estados Unidos y ser queer, black, seropositive y levantarse por la mañana y respirar, implica que la policía no te ha matado, que estás vive, que hay esperanza. Así lo proclama en una entrevista: “I’m not dead yet, let’s party”.
Don’t call us death o No nos deis por muertos ha sido, indudablemente, mi libro del mes. Smith pone sobre la mesa el dolor, el racismo, la violencia en múltiples formas que sufren los cuerpos racializades, queer, seropositive y, sobretodo, la importancia de nombrar. Ahí quiero atenerme.


Eso también es ser rico, pensé entonces: ese desprecio por lo precioso y la incapacidad de ofrecer la dignidad de nombrar.
Mariana Enriquez, Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019)
En clase de literatura vasca, nuestra profesora Andrea nos pidió que escucháramos el poema Biotzean Min dut de Lizardi musicalizado y nos propuso que intentáramos adivinar el tema. Las alumnas, que no sabíamos euskera, nos aproximamos con bastante precisión. La oralidad tiene una potencialidad transformadora que va más allá de la palabra.
Mi primer contacto con la poesía fue a través de la escucha. No solamente porque no vengo de una familia lectora, sino porque, cuando tenía quince o dieciséis años, leí una novela romántica adolescente -ambientada, como casi siempre, en Estados Unidos-. Allí, la protagonista se enamoraba de un poeta que participaba en un poetry slam -concursos de poesía oral o spoken word-. Más allá de la historia de amor heteronormativa, me interesé por el tema y encontré el Poetry Slam de Barcelona y el Slham de L’Hospitalet. Empecé a escuchar a través de youtube las actuaciones de les concursantes, hasta que me animé a ir como público. Y así, hasta el día de hoy.
El Slam o el spoken word -aquí entrarían recitales que no implican competición- me fascinó, porque es una vía que llega e interesa a personas que no acostumbran a leer, que no tienen contacto con la palabra escrita. Es entretenimiento, actuación y muchísimo trabajo. Pero, volviendo al tema: Danez Smith viene de ahí, pues es slammer, una persona que domina la poesía oral y que sabe de la importancia del nombrar.
Carmen Martín Gaite constató que “nombrar es sacar los asuntos del caos, del no ser”. Necesitamos nombrarnos, decirnos en voz alta, porque es casi como hacer nuestra existencia palpable si llega a oídos ajenos. Smith nombra la diferencia, lo que se abandona a los márgenes, al sitio donde nada parece tener nombre. En este sentido, Deleuze y Guattari defendían que el nombre propio es la aprehensión de un infinitivo, de una multiplicidad, de eso que somos, un río en constante movimiento. Y amar, para ellos, consistía en extraer a alguien de la multiplicidad, descubrir sus multiplicidades propias y juntarlas con las nuestras. En ese momento álgido del amor, dicen DyG, es cuando alguien puede ser nombrado. La Gloria Fuertes enamorada escribía:
Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre,
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima nada más que tu nombre.
Gloria Fuertes en Ya ves qué tontería
Eso hace Danez Smith: amar, nombrar, decir los nombres de aquelles que están relegades a la no-existencia, llevar puesto encima su nombre e, incluso, darles un nombre a las estrellas. Dice Smith que con su poesía quiere hacer que “queer and black people feel at home”. Y yo os digo que no hay hogar posible donde no nos llamen por nuestro nombre y os animo a que leáis lo que escribe, pero, sin duda, a que atrapéis sus palabras con vuestros oídos:
Que digan mi nombre. Y yo diré el suyo. Gracias a todes por interesaros por mis palabras, por leerlas y por estar aquí, virtualmente, conmigo. Espero que febrero llegue tranquilo, que sus aguas saluden sosegadamente la orilla y que os acompañe un rallito de Sol para los días más fríos. Nos leemos, de nuevo, a final de mes.
Gracias infinitas: Alba, Lorena, Alice, Alba, Laura, Natalia, Álex, Carla, Sara, Sergio, Patricia, Anabel, Andrea, Aiana, Fernando, Héctor, Clar, Marc, Fernando, Paula, Isabel, Nuri, Nicoll, Anna, Milena, Maria, Anna, Lala, Tanit, Cris, Sandra, Irene, Ari, Vinyet, Laura, Ana, Carmen, Graciela, Marta, Júlia, Martina, Oumayma, Sofía, Eva, Jan, Aitana, Yoli, Àngels, Valentina, Ferran, Mónica, Camil·la, Montse, Nis, Brenda, Paula, Miriam, Júlia, Alba, Narjis, Juls, Ruuby y Fresi.
Si no ha aparecido tu nombre en la lista anterior y te apetece leerte por aquí, házmelo saber. Tal vez tu dirección de correo electrónico no me permite adivinar cómo te llamas. O, también, escríbeme si prefieres que te nombre de otra manera.
Puedes leer más de lo que escribo en medium. Gracias por la confianza y… ¡viva la literatura que hacemos nuestra mediante la lectura, la escucha, acompañades, en solitud o en comunidad! 💗🫂