Las hermanas que no
Sobre las hermanas que tenemos, las hermanas que somos y las hermanas que quisimos, algún día, tener.
💌Hola, queridísime lectorx,
Espero, de la misma manera que deseo que llueva mucho y prolongado en mi ciudad, que te hayas despedido de mayo como lo harías de una persona a la que amas, deseando revivir ese instante donde pensaste, por un momento, que todo está bien, que todo puede estar bien. Yo, sin embargo, digo adiós a mayo con la esperanza de abandonar el estrés y de tener, en junio, un poquito más de tiempo, en general.
Aún así, este mes ha sido muy bonico. Pa’rriba y pa’bajo, pero he podido aprovechar y ver a personas que admiro, como Danez Smith. Sí, Danez Smith. Poeta afroamericane queer. Sobre elle os hablé en la primerísima carta jamás enviada en esta newsletter, aquí. Vino a Barcelona, así que aprovechamos para perseguirle allá a donde iba. Incluso participó como artista invitade en el Poetry Slam. Ah, y también escuché a Mushkaa en directo, y GRATIS, ¿qué más puedo pedir? Pues un maravilloso Club de Lectura y Merienda, con las mejores, leyendo Pizza Chica de Bàrbara Alca.



En definitiva, ha sido un mes intenso, pero con mucho que celebrar: mi hermana, Aitana Giráldez, ganó el tercer premio Murals per la Pau, y pintó durante dos noches un mural en la estación de metro de Diagonal. Podréis verlo durante cuatro años, o más. Sí, tengo una hermana y es la mejor. Tal vez estaréis pensando que “las hermanas” así, como tema, está últimamente en boca de todes. Y yo os digo: sí, pero nunca se habla suficiente sobre las hermanas, nun_ca.
Os explico: nací y conocí el mundo, sus olores, sabores, colores y… a mi hermana. Conocí a mi hermana y conocí al mundo, y viceversa. Ella ya estaba allí, como si lo normal fuera eso: crecer mirándote en alguien que ya lo hizo todo primero. Pintar, calcando sus dibujos, aprender las tablas de multiplicar, justo un año después de ayudarla a grabarlas en su memoria. Sacar las mejores notas, porque ella fue capaz de hacerlo. No dejarse engañar por nadie, después de oír sus llantos. Todo, después de mi hermana. O, incluso a veces, como excepción, enseñarle tú a cambiar de canal en la tele. Esto es verídico. Por cosas así, siempre le digo, medio bromeando: te crie yo a ti. ¿Se nota que soy la hermana pequeña? En definitiva, vivir, porque mi hermana lo hizo primero.
No sé quién soy, pero no soy ella
Estoy segurísima o, por lo menos, casi segura, de que las hermanas pequeñas hemos pasado por una etapa donde nuestra hermana representaba todas las posibilidades de nuestra existencia. Las hermanas mayores han sido, de manera inevitable, referentes —para bien o para mal— y las hemos imitado, porque queríamos ser ellas, sin serlo. Una especie de tiranía de la hermana mayor. Eva, la pequeña de tres hermanas, explica: “Me pasaba que, cuando era pequeña, pensaba lo que ellas pensaban, lo que a ellas les gustaba, tenía que ser lo que me gustara a mí.”
Sin embargo, en general, nos parecemos mucho a nuestras hermanas en costumbres, maneras de hacer, pensar e incluso gustos, porque nos han criado, en la mayoría de los casos, por igual. A veces, nos parecemos tanto que nos asustamos. Hace unos días, me sorprendí a mí misma escuchando un audio mío, pensando que era la voz de mi hermana. En muchas ocasiones, contestamos a la vez. Pero no somos la misma persona. En ese momento, nos susurramos a nosotras mismas, no sé quién soy, pero no soy ella. Y, como Eva, nos preguntamos: “¿Soy dependiente? ¿Tendría que pegarme las mismas hostias que ellas? ¿Me estoy perdiendo algo por tener dos vidas como referencia? No tengo ni idea.”
Matar a la hermana
Aunque todos desean que no suceda, y aunque sería mucho mejor que no sucediera, a veces sucede: nace una segunda hija y hay dos hermanas.
Lydia Davis, Dos hermanas
No todo en las relaciones entre hermanas son flors i violes, no. Suele pasar que, si se llevan poco margen de edad, la mirada ajena procede a compararlas, constantemente, con un gesto verdaderamente bochornoso, como si no entendieran que somos distintas o tan parecidas que, a veces, nos da miedo. Y, entonces, deseosas de tener una identidad más-allá-de-mi-hermana, nos construimos por oposición. Me gusta el azul, porque a ella, el rosa. Escribo, porque ella dibuja. Le gustan las faldas y, a mí, los pantalones. Son ejemplos basiquísimos, pero ya me entendéis. Algo que no deja de ser una impostura, pues, de manera inevitable, nos parecemos a nuestras hermanas más de lo que nos gustaría. Así lo escribe Lydia Davis:
[…] cuando son dos hermanas, una es más fea y desgarbada que la otra, una es menos inteligente, una es más promiscua. Incluso cuando todas las mejores cualidades coinciden en una sola hermana, como sucede con mucha frecuencia, esa hermana no será feliz, porque la otra, como una sombra, seguirá sus éxitos con envidia.
La serie Selftape (Filmin), dirigida por Barbara Farré y protagonizada por Mireia y Joana Vilapuig, explora, mediante la autoficción, esta relación problemática entre hermanas con poca diferencia de edad. En este caso, ambas son actrices, una profesión donde ya, por ende, hay mucha competitividad. Es interesante observar cómo la mirada externa las aboca a compararse y competir constantemente entre ellas, como si, por momentos, quisieran matar a la otra para poder llegar a ser ellas mismas. A la vez, esa mirada externa muestra, también, su incapacidad de distinguirlas, de saber quién es quién y todo acaba fundiéndose en las mismas voces que repiten, hasta la saciedad: “las hermanas Vilapuig”.
Con las hermanas gemelas, esta situación se lleva al extremo. Este mes leí la novela La mitad evanescente de Brit Bennett y la recomiendo muchísimo: aborda temas como el neocolonialismo, el racismo en Estados Unidos y, en concreto, en un pueblo ficticio de Louisiana donde sus habitantes se obsesionan con el color de piel: quieren ser personas blancas. La novela explora qué es lo que construye nuestra identidad a través de la mirada de dos hermanas gemelas.
¿Qué sucede cuando dos personas que son mitad y mitad, “iguales”, deciden tomar caminos vitales completamente distintos? Así lo describe Irene, quien tiene una hermana gemela: “Quan estàs sola, de repent costa saber qui ets o a on vas, perquè tendeixes a seguir-la.” De nuevo, la necesidad de separarse, desvincularse y devenir una, dejando de ser la otra, la otra mitad. ¿Qué sucede cuando miras tus fotos de pequeña y no te reconoces? ¿Qué sucede cuando dicen el nombre de tu hermana y te giras, porque estás acostumbrada a que te confundan con ella, a que tu identidad se diluya, a ser la hermana de, la gemela de, la_otra?
Mi hermana me mira
[…] y me miraba y me miraba, porque mi hermana me mira siempre. Mi hermana no va a dejar de mirarme nunca.
Elisa Levi, Yo no sé de otras cosas
A las hermanas no solo nos miran ojos ajenos, sino también entre nosotras nos sostenemos la mirada, el cuerpo y el ánimo cuando lo necesitamos. Laura, la mayor de tres hermanas, explica: “recuerdo perfectamente cómo enseñé a andar a mis hermanas, como les di de comer cuando eran bebés, mi lucha por el fomento de la lectura, llevarlas al cole, cuidarlas cuando estaban enfermas…”
Las hermanas mayores, a decir verdad, no dejan de mirarnos nunca y, aunque, a veces, parecen inquebrantables, también necesitan que la mirada de la pequeña les responda con la misma voluntad de sostenerla cuando lo necesite, aunque les cueste aceptar que, algún día, ellas se marcharán y, nosotras, aprenderemos a mirarlas de otra manera. Así lo cuenta, de nuevo, Laura: “Cuando me fui de casa una parte de mí tuvo miedo de perder lo que me unía a mis hermanas, por eso siempre intento estar al día de sus vidas, escribirles…no quiero perder mi condición de hermana”
Pero, ¿qué es lo que nos hace ser hermanas? Me encantaría saberlo con certeza, pero tal vez es algo parecido a sostenerse, a preocuparse por lo más básico de la vida de una y por las tonterías, también. Sin apellidos y sangre de por medio. Porque, como ya sabéis, las hermanas también pueden elegirse, porque nos miran, nos miran, y no dejan de mirarnos nunca y, aunque no las veamos, sabemos que siguen ahí, sosteniéndonos la mirada.
Las hermanas que pudimos ser
Como habréis adivinado, mientras leíais esta carta, han aparecido voces, testimonios, de personas que reflexionaban sobre sus hermanas. Pero hablar sobre hermanas implica también nombrar aquellas que pudimos ser, aquellas que no tuvimos nunca, pero que, pese a ello, están con nosotras, con nosotres. Hablar de hermanas también es hablar del silencio que he recibido como respuesta cuando he preguntado, a varias personas que no tienen hermanxs, su experiencia siendo hijas únicas. O a aquellas que, por múltiples razones, no han podido disfrutar de sus hermanas y las echan de menos. O las que ya no están y, sin embargo, permanecen con nosotras. Vuestro silencio también sostiene esta carta, también me ha permitido escribirla y reflexionar sobre la hermana que soy y la que pude haber sido alguna vez.
Gracias infinitas Eva y Laura, por compartir vuestra experiencia siendo tres hermanas. Gràcies, Irene, pel teu testimoni com a germana bessona. Gracias, amigas queridas, por compartir vuestro silencio conmigo, os abrazo muy fuerte. Gracias, Aitana, por ser mi hermana favorita. Y esta cartita, también, pa’ Narjis y Dani, por ser los hermanos pequeños que siempre soñé tener. Y a Lala, por ser mi hermana, aunque ningún papel pueda demostrarlo nunca. I a Juls, per motivar-me sempre a escriure aquesta carta i sostenir-la amb la mirada. No sé qué es tener una hermana, o un hermane, pero creo que es algo parecido a llevar un pedacito muy dentro mío, y si me abrieran, buscando sangre, encontrarían un cachito de vosotres, estoy segura. Os miro, os miro, os miraré siempre <3 I al Natis, per llegir-me sempre i per ser el tiet que m’hagués agradat tenir :)


Gracias, de verdad, miles de gracias, por leer y estar aquí, virtualmente, conmigo: Alba, Lorena, Alice, Alba, Laura, Natalia, Álex, Carla, Sara, Sergio, Patricia, Anabel, Andrea, Nai, Fernando, Héctor, Clar, Marc, Fernando, Paula, Isabel, Nuri, Nicoll, Anna, Milena, Maria, Anna, Lala, Tanit, Cris, Sandra, Irene, Daniel, Ari, Vinyet, Laura, Ana, Carmen, Graciela, Marta, Júlia, Martina, Oumayma, Sofía, Eva, Jan, Aitana, Yoli, Àngels, Valentina, Ferran, Mónica, Camil·la, Montse, Nis, Brenda, Paula, Miriam, Júlia, Alba, Narjis, Juls, Ruuby, Fresi, Felipe, Alba, Sandra, Nagore, Andrea, Helena, Joaquina, Jowy, Mireia, Laura, Marina, Enric, Alba, Lau, Cris, Maria, Eli, Ignasi, Paula, Bernat, Flor, Isa, Olaya, Antonio, Micaela, Brigitte, Liv, Mar Arnau, Anna, Maria, Miguel, Rosa María, Helena, Raisa, Daniel, Ainoa, Irene, Teresa, Suiry, Natalia, Júlia, Sara, Marina, Julia, Don Mendo, Alexandra, Stephany, Paula, Belén, Luisa, Julia, Joel, Mariana, Leandro, Alba, Joel, Nayara, Júlia, Nazaret, Sofía, Cristina, Judith, Drew, Nari, Júlia, Helena, Natis, Vicky y Eneko.
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